Puedes ver
la información general del GR haciendo clic aquí, en este artículo.
La cuarta y última etapa, para quien conoce el camino, puede llevar a pensar que resultaría más sencilla para los fugados. ¡Quién sabe! La vigilancia de fronteras, en tiempo de guerra, era mucho más intensa que la de otras zonas del territorio.
Lo cierto es que, para quienes tenían una idea clara del "por dónde", el camino más corto estaba por aquí. No solo había que alcanzar un collado en lo más alto, sino que también había que alejarse de las zonas abiertas.
El recorrido, hoy, es sencillo y, además, hermoso y agradable. Después de subir desde el albergue de Sorogain hasta el collado Beraskoain, el resto del itinerario es un continuo descenso. Las únicas dificultades pueden ser la pendiente intensa de algún punto (nunca excesiva) y las dudas en algunos lugares donde las hojas del hayedo que se acumulan en el suelo ocultan la traza del sendero. Por lo demás el itinerario de la cuarta etapa es el más corto, el más plástico (visualmente) y el más agradecido de las cuatro.
Al final, cuando el senderista alcanza Urepel, puede tratar de imaginar lo que supondría para los afortunados que llegaron hasta el pueblo el hecho de haberlo conseguido. Detrás quedaban más de doscientos compañeros asesinados y una situación sangrante y dolorosa, la de un país aplastado, sometido, desgarrado por el horror de la guerra.