Comenzamos en la entrada de la Colegiata, junto al túnel de acceso a las taquillas y a la Oficina de Atención al Peregrino. En los jardines junto a la fachada podemos ver un imponente abeto de buen tamañ que se vuelve espectacular con las nevadas invernales.

Foto: Abeto de la Colegiata en invierno.

Subimos hacia la Oficina de Turismo. Salimos a la carretera que va a Valcarlos y el puerto de Ibañeta. A menos de un centenar de metros, en la primera curva, nos salimos a la izquierda por una pista forestal que lleva a la fábrica de quesos (indicado con cartel).

En seguida, cuando acaba la pequeña cuesta del inicio de la pista y hacia el sur se nos ofrece una bonita vista de los prados que hay entre Roncesvalles y Burguete, hay que salirse a la derecha de la pista, por un sendero bastante oculto por la vegetación. Nuestro primer gigante lo encontramos a pocos metros de la pista.. Junto a un antiguo búnker vemos a “la Abuela”. Es un haya varias veces centenaria con siete metros de perímetro. Sus raices, al aire, se han “fosilizado” en formas tortuosas semejando arrugas que hablan de su vejez.

Foto: La Abuela

Volvemos a la pista y la continuamos hasta desviarnos a la derecha por una pista de tierra.

Empezamos a ascender por la ladera del Girizu. A la izquierda junto al comienzo de otra pista podemos ver otras dos hayas de curiosas formas. La segunda parece un arquero arrodillado que pareciera tensar su arco hacia el cielo, hacia donde se disparan sus hojas.

Foto: El arquero

Sin desviarnos por el anterior cruce seguimos subiendo hasta que la pista acaba su fuerte ascenso en otra que viene perpendicularmente. Desde el mismo cruce nos salimos de las pistas por la derecha y bajamos la ladera unos metros para encontrar una zona más clareada del bosque presidida por varias hayas de gran tamaño, entre las que destaca...

... La pata de dinosaurio. El tronco de este haya ha creado un curioso contrafuerte en la ladera que asemeja la extremidad inferior de un dinosaurio. La cobertura verde del musgo hace el parecido mas evidente.
El espacio entre la pata y el resto del tronco permite pasar a una persona.
Unos metros mas abajo hay otra gigantesca haya con cinco metros de perímetro que también merece la pena visitar.

Foto: La pata de dinosario

Volvemos a la Colegiata y nos dirigimos hacia el aparcamiento que está detrás de la Iglesia de Santiago. En un extremo del aparcamiento, tras cruzar el arroyo por un pequeño puente de cemento, salen dos pistas. Cogemos la de la izquierda, la misma por la que baja uno de los ramales del Camino de Santiago.

Dejamos a la izquierda un sendero que asciende hacia el monte Don Simón y el collado Lepoeder. Pocos metros mas adelante esta...

..El Roble partido. Junto al camino se encuentra este roble, seguramente partido por un rayo. Sobrevivió al ataque celeste y hoy en su tronco alberga también un joven fresno que, según crezca, pondrá a prueba su aguante. Retrocedemos una decena de metros y nos salimos de la pista cogiendo una bonita senda que se interna aun mas en el bosque.

Foto: El Roble Partido y la desviación.

En pocos metros llegamos a un claro, donde antiguamente había una carbonera y hoy hay un chamizo que queda empequeñecido al lado del Lancero. Es un gran roble de seis metros de perímetro con el tronco dividido en dos partes, una mas gruesa que asemeja a una extraña montura de rara cornamenta y otra que parece una lanza que se alza recta hacia el cielo. Como un guerrero aguanta rodeado de decenas de hayas, en la singular batalla que ambas especies dirimen en este bosque, batalla ganada por las hayas, que se han hecho con la luz y el espacio.

Foto: El Lanzero

Continuamos el sendero por el precioso bosque. Otro gigante que aguanta la embestida vital de las hayas es el Rey del Bosque, un enorme y anciano roble que parece caer pero aguanta la lucha. Aparece junto al camino, a la derecha, empequeñeciendo a un haya de buen tamaño que crece pegada a él, altiva y desafiante. Tan pegada que funde su tronco con el espectacular roble.

Foto: el Rey del Bosque.

Continuamos el sendero. Salimos del bosque tras cruzar el arroyo. Al otro lado, como defendiendo esta entrada del bosque, encontramos un búnker en bastante buen estado. Al fondo vemos la Colegiata.

Atravesamos el prado. En verano se instalan aquí las tiendas para albergar a los peregrinos que van a Santiago, ya que el albergue se llena debido a la afluencia cada vez mayor de caminantes que siguen la histórica ruta. Llegamos de nuevo junto al parking. Atrás dejamos a algunos de los colosos que esconde el bosque que seguiran años y años ornando escondidos parajes de este rincón tan especial del Pirineo Navarro.