Nuevo buzón en el Txamantxoia Somos un pequeño grupo que empezó su relación allá por el año 1970 y que después de 36 años se mantiene unido. Nuestros comienzos fueron marcados por una incipiente afición a la montaña. Hoy día, pasando todos del medio siglo, se sigue manteniendo, aunque bien es cierto que muy mermada por nuestra evolución «biológica». Hace tres años tuvimos la idea de colocar un buzón en la cumbre de Larrondoa, cima de especiales connotaciones para nosotros. Con gran entusiasmo hicimos realidad el proyecto. Desgraciadamente, algún desaprensivo, que de todo hay, se ha encargado de destruirlo. No sabemos bien cual puede ser el motivo para actuar así. A nalizar las posibles causas sería largo y no es el objetivo principal de esta nota. Quede constancia de la denuncia. De cualquier manera, resultó tan gratificante que nos hemos animado a colocar otro. Esta vez en la cumbre del Txamantxoia, y aunque nuestra proverbial discreción nos impide presentarnos con ceremonia y de manera «oficial» no quiero dejar de nombrar a Iñaki Espinosa, un artista trabajando el cobre y que de manera altruista nos construyó la preciosidad que veis en las fotos.
Comenzó la jornada a las siete y media de la mañana con un buen desayuno, y sobre las ocho y media parte del grupo iniciaba el ascenso desde el kilómetro siete y medio de la carretera de Belagua portando el almuerzo y varias botellas de agua. El resto, cuatro personas, salían un poco mas tarde y con un vehículo se acercaban hasta el final de la pista de Maze para desde allí portear el buzón, el cemento y las herramientas necesarias para su colocación. Aunque partían de bastante más arriba que sus compañeros, las primeras rampas son fuertes y el peso se hacía notar. Parte de quienes salieron primero, al alcanzar el cordal, descendieron al encuentro de los que subían el cemento para compartir un poco más el peso. Así, poco a poco, se alcanzó la cumbre. Como quiera que el grupo venía bastante estirado y mientras nos reagrupábamos, se comenzó a preparar el alojamiento del buzón en la misma cima, y cuando todos estuvimos arriba, se dejó el trabajo para proceder al sagrado rito del almuerzo, tras el cual continuamos. Sobre un gran plástico, que llevamos ex-profeso para no dejar rastros innecesarios, preparamos el cemento con el agua que también habíamos subido y reforzándolo con las piedras que salieron al perforar el pequeño pozo, lo anclamos. Terminada la masa, la cubrimos con la tierra y finalmente colocamos sobre ella unos tepes de hierba con la esperanza de que no se muera y permanezca verde, tal y como veis. Tras las fotos de rigor, descendimos para dar cuenta de un grandísimo y buenísimo calderete de conejo que los miembros del grupo que se ofrecieron, nos habían preparado para cuando llegamos. Como la anterior, fue una bonita experiencia y nos sentiríamos muy desilusionados si no se respetara, auque sabemos a que nos arriesgamos. Un pequeño grupo de aficionados con ilusión |